La clase de 2ºB reescribe el cuento de "La Cenicienta" para celebrar el "Día Internacional de la Mujer".
Aquí está el texto que crearon con mucho cariño.
¡Esperamos que os guste esta nueva versión!
La fantástica vida de Cenicienta y el misterio de la chancla perdida
Había una vez, en un país muy muy muy lejano, una niña
pequeñita, deportista y sana que vivía con su papá y mamá. Eran súper felices
juntos. Todos los días se levantaba, se ponía su chándal y se calzaba sus
zapatillas de deporte. Desayunaba fruta, leche y cereales, aunque también le
encantaba tomar tostaditas con aceite de oliva y jamón.
Un día muy triste, su mamá, que estaba malita,
falleció. La niña estaba muy preocupada porque sabía que la iba a echar mucho
de menos y porque pensaba que su papá solito no podría hacerse cargo de
ella.
Poco a poco la niña se dio cuenta de que su papá podía
ayudarla y cuidar muy bien de ella. Además de trabajar, también hacía la
comida, jugaba y seguía saliendo con ella a hacer deporte.
Pasaron los años y su papá se casó con otra mujer.
Ella era muy buena, amable y también deportista como ellos. Tenía dos hijas un
poquito más mayores, pero las tres chicas se llevaban de lujo. Paola y Mía
tenían 16 y 18 años.
Siempre estaban las tres juntas por el castillo
preparando bromas para gastárselas a sus padres. Una noche, colocaron en una
puerta del comedor un saquito lleno de cenizas, para que se cayese sobre ellos
al entrar. Pero pasaron las horas y ya no se acordaban de lo que habían hecho.
Al ir a cenar, abrieron la puerta y toda la ceniza cayó sobre la más pequeña.
Ella se rio mucho con sus hermanas y entre las tres decidieron que a partir de
entonces la llamarían Cenicienta.
Como llegaba el verano, el rey y la reina de otro
reino organizaron para celebrarlo una gran fiesta en su castillo. Ellos tenían
una hija y dos hijos de las mismas edades que Cenicienta y sus hermanas.
Invitaron a todos los jóvenes de su reino y de otros
reinos cercanos y muy lejanos. Chicos y chicas, a sus familiares y a otros
príncipes y princesas de otros castillos.
Cuando Cenicienta y sus hermanas llegaron de clase un
día y menos se lo esperaban, su papá y su mamá les dieron la buena noticia: ¡EN
UNA SEMANA HABRÍA UNA GRAN FIESTA!
Las tres chicas buscaron su ropa más chula en sus tres
armarios, pero no encontraron nada de nada para la ocasión.
De repente, aparecieron una hadita mágica y un padrino
mágico que agitaron sus varitas. En ese momento apareció un chándal para cada
una de ellas con detalles preciosos de purpurina y también unos tops
modernísimos con los que seguro que iban a deslumbrar a sus amigos y amigas.
Habían dejado en el suelo tres pares de zapatillas y unos parches chulísimos
para decorarlas. Además, tenían 3 mochilas para que pudieran llevar sus
bañadores, toallas y chanclas, porque, claro, los reyes tenían una gran
piscina.
Llegó el gran día y las tres hermanas cogieron sus
bicis y se dirigieron a la gran fiesta. Pero, ¡ALGO MUY IMPORTANTE! Antes de
salir de casa sus padres les dijeron que debían regresar antes de que dieran
las 12 porque todo el encantamiento desaparecería al sonar la última
campanada.
Cuando llegaron al castillo escucharon la música y se
encontraron con todos sus amigos y amigas. Juntos, se fueron a la piscina. Allí
nadaron, jugaron en el agua, bailaron y se divirtieron mucho al ritmo de la
música.
Con tanta diversión, sin darse cuenta, llegaron las 12
y las campanadas del reloj de la torre más alta del castillo comenzaron a
sonar. En ese mismo instante, las tres jóvenes comenzaron a recoger todas sus
cosas y salieron corriendo de la fiesta hacia sus bicis para llegar a su casa a
la hora. Cuando estaban casi llegando a su jardín, sonó la última campanada
“¡Uffffff! ¡Menos mal! ¡Justo a tiempo!”.
Se pusieron a deshacer las mochilas y se dieron cuenta
de que una de las chanclas de Cenicienta no estaba allí. Las tres hermanas
dijeron - ¿Qué habrá pasado? ¿Dónde estará? ¡Alguien la habrá escondido! ¿Quién
habrá sido?
Pasaron los días y su querida chancla seguía sin
aparecer por ninguna parte. Hasta que un día el príncipe llegó al castillo con
una cajita de cartón. Cenicienta al ver a su amigo dijo muy emocionada -¡Qué
sorpresa!- Y corriendo llamó a sus hermanas.
Le invitaron a cenar e hicieron entre todos una cena
muy elegante y refinada. Mientras cenaban el príncipe les mostró la chancla y
les explicó qué había pasado.
Resulta que cuando las chicas volvían a casa en sus
bicis, pasaron por encima de un bache, y sin darse cuenta, una chancla de
Cenicienta salió disparada de su mochila, sin que ella se diera cuenta. Había
olvidado cerrarla.
El perrito del príncipe, que casualmente estaba por
allí buscando un palo con el que jugar, la encontró y pensó que era de su
dueño, bueno, mejor dicho, de su amigo. Y por eso, se la llevó al príncipe y se
la dejó en su cajita de los tesoros.
El príncipe, al verla, fue casa por casa para
encontrar a su dueña, pero pasaban los días y no daba con ella. Un día, por
fin, se dio cuenta de que era del estilo de Cenicienta, su amiga del cole. Por
eso, fue a su castillo y vio que le faltaba una ¡Qué raro!
Después de hablar y cenar, Cenicienta se probó la
chancla y ¡TACHÁNNNNNN! le quedaban estupendamente.
Por fin el misterio estaba resuelto. Cenicienta le dio
las gracias al príncipe y así fue como se hicieron grandes amigos para
siempre.
FIN
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